martes, 13 de febrero de 2018

Aire

Esperar. Tomar aire. Asentarse en el espacio y esperar.
No hacer nada. No pedir nada. Confiar, y esperar.
Igual que las hojas del árbol se abren para recibir al sol.
Al aire, a la lluvia...
esperar, como Jim Botón y Lucas el maquinista, 
a que aparezca la magia,
con la persona indicada, 
el momento adecuado,
el soplo de aire que cambie la dirección...

Acallar al miedo y esperar. O escucharlo. 
Dejarlo que suene, dejarlo marchar...

Aguardar a que cada segundo se cree, me permita seguir creyendo,
creyendo-me, creando-me...

Aspirar el instinto, retozar el momento, suspender todo plan, toda cita, todo empeño, toda búsqueda.

Callarme. O gritar. O dudar.

Ser la misma mota de polvo que vacila subiendo-bajando,
respirándose en diagonal o en círculo, adelante o atrás.

Sólo estar. Sólo ser. Escribir.

Ahuyentar las ideas, y caer en la misma esencia del instante que nace y muere, 
en el único espacio y tiempo donde existe.
Saberme poesía y no desdoblarme en papeles. Esperar.
Dejarme de pie, o tumbada, clavada al lugar.
A su detenido tic tac.

Esperar. Dar paso al vacío. Al llenado imposible.
Al blanco que contiene toda la gama.
Al negro que oculta todo color.

Esperar, sonriente o marchita, 
deseosa e inerte, 
enfadada, 
extraordinaria. 
Nómada.