Esperar. Tomar aire. Asentarse en el espacio y esperar. No hacer nada. No pedir nada. Confiar, y esperar. Igual que las hojas del árbol se abren para recibir al sol. Al aire, a la lluvia... esperar, como Jim Botón y Lucas el maquinista, a que aparezca la magia, con la persona indicada, el momento adecuado, el soplo de aire que cambie la dirección... Acallar al miedo y esperar. O escucharlo. Dejarlo que suene, dejarlo marchar... Aguardar a que cada segundo se cree, me permita seguir creyendo, creyendo-me, creando-me... Aspirar el instinto, retozar el momento, suspender todo plan, toda cita, todo empeño, toda búsqueda. Callarme. O gritar. O dudar. Ser la misma mota de polvo que vacila subiendo-bajando, respirándose en diagonal o en círculo, adelante o atrás. Sólo estar. Sólo ser. Escribir. Ahuyentar las ideas, y caer en la misma esencia del instante que nace y muere, en el único espacio y tiempo donde existe. Saberme poesía y no desdoblarme en papeles. Esperar. Dejarme de pie, o tumbada, clavada al lugar. A su detenido tic tac. Esperar. Dar paso al vacío. Al llenado imposible. Al blanco que contiene toda la gama. Al negro que oculta todo color. Esperar, sonriente o marchita, deseosa e inerte, enfadada, extraordinaria. Nómada.