viernes, 9 de octubre de 2015

Revelaciones

Vienen así, por detrás,
sin avisar, sin darnos cuenta...
Igual que los recuerdos, las tristezas, las nostalgias...
Suben por el cuello, se agarran a la nuca, tapando los oídos.
Vienen así, sin avisar,
y se instalan, 
aunque no entendamos nada.

Igual que las iras, los desencantos, el desenamoramiento, la soledad.
Vienen y se cargan como un programa, con su aplicación.
Se despliegan por la piel, 
aunque no entendamos nada.

Las comprensiones. Las revelaciones.

Vienen. Así, como por detrás.
Con su flujo inmaterial, inconsistente, impredecible. Inexplicable.
Llegan y se enciende algo adentro.

Se enciende un poco más el alma, quizá.
Se agranda un poco más el hueco, quizá...
Vacío de unión con ese todo intangible. Indescriptible. Inexplicable.

Vienen así, sin avisar, sin darnos cuenta.
Las comprensiones. Igual que los olvidos, las preocupaciones,
los deseos, las venganzas.
Vienen. Nos visitan. Nos alumbran, quizá, un poco más, el entendimiento.

Y tal cual, de la misma callada manera que llegaron y nos empaparon,
se van.